En el 2002 conocimos las noticias de la epidemia en China y otros países del Lejano Oriente del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome), la enfermedad respiratoria causada por el virus SARS-Cov. Era común ver gente que usaba el tapabocas en la calle. Aparecieron en el transporte público, los aviones y otros lugares de alta concurrencia humana. Diez años más tarde, el fenómeno reapareció con el MERS (Middle Eastern Respiratory Syndrome – Síndrome Respiratorio del Medio Oriente) en Arabia Saudita. Esta también es causada por un virus. Tuvimos también el H1N1 y la fiebre porcina, ambos con efectos similares.
Sin embargo, para los latinoamericanos, esto nunca dejó de ser un evento de noticias sobre el otro lado del mundo. Pocos de nosotros pensaron antes de enero de 2020 en usar rutinariamente un tapabocas para salir a la calle o estar en el trabajo. Todo esto cambió al comenzar este año.
El Coronavirus SARS-Cov2 apareció en octubre o noviembre, depende de si le pregunta a Donald o a Xi, del año pasado en Wuhan, China. Para febrero del 2020 ya los tapabocas empezaban a escasear en todo América. Por qué? Este virus es un genio logístico. Logró trasladarse a todo el planeta en pocas semanas. Tan popular se hizo que logró apropiarse de la denominación general de los Coronavirus como Kleenex lo hizo con los pañuelos desechables. Para todos nosotros el Coronavirus, es el SARS-Cov2, a pesar de que existen miles de ellos desde hace miles de años en la Tierra.
La genialidad del virus radica en un par de sus características. Aunque viaja bien por el aire y sobrevive relativamente bien en el ambiente (sobre una superficie), esto no lo hace especial pues ya lo hacían muchos de sus antecesores. Lo extraordinario es que puede infectar sin causar síntomas y, si los causa, no incapacita a su víctima en la enorme mayoría de casos. Esto produce la tormenta perfecta para la propagación pues sus portadores son difíciles de identificar y se mueven con pocas limitaciones. Siempre hubo el que faltaba al trabajo ante la más leve de las gripas pero es más común el buen hombre que se presentaba a la oficina con la nariz roja y un arsenal de Kleenex. Nos contagiaba a algunos, pero rara vez alguno se complicó más allá de un malestar de un par de días. Ahora, si este trabajador comprometido se infectó con el SARS-Cov2, puede no saberlo o confundirlo con un malestar gripal del que se repite año a año. Mientras no fuimos alertados de la pandemia, todo el mundo se movió libremente, con síntomas, sin ellos, con el virus y sin él.
Los virus notables anteriores postraban a sus víctimas con evidentes síntomas, lo cual hizo fácil su identificación y aislamiento. Esto cortó rápidamente la reproducción. En términos de su capacidad para infectar nuevas personas, este virus es Maradona. Por eso, hasta el Diego ha tenido que salir en busca de tapabocas en Buenos Aires, la Habana o Michoacán. Donde lo haya agarrado esto.
Como muchos virus, el camino preferido de entrada al cuerpo son los ojos, la nariz y la boca. Bloquear esta entrada es entonces la forma preferida de impedir que el virus nos infecte. De ahí que todos tengamos una generosa dotación de tapabocas y algún primo emprendedor que está buscando un millón de ellos para un primo segundo.
Sin embargo, la forma más común del contagio no es que el virus volador tenga la puntería de aterrizar en un ojo o en la boca. Aunque si lo puede hacer, esto es menos eficaz que apoyarse en la amable ayuda de la víctima que primero toca una superficie en donde cayó el virus expulsado de la boca o nariz de alguien que rió, habló o tosió y luego le dio el aventón hasta la cara cuando decidió rascarse un ojo, hurgarse la nariz o chuparse un dedo.
Entra el tapabocas en la película con varios papeles. Primero, si el que tosió lo tenía puesto, una buena parte de los virus que expulsó quedaron atrapados en la tela del tapabocas. Luego, las pocas partículas que quedaron en el aire, se encontraron con la entrada a la nariz y la boca cerrada por el tapabocas del segundo comensal. En último lugar, el tapabocas hace que, si eventualmente este hombre tiene la tentación de hurgarse la nariz, como el virus, va a encontrar la puerta cerrada por un tapabocas.
Pero para actuar correctamente, el tapabocas debe cumplir con ciertas características. No cualquier trapo sirve. Para sus usos médicos, la producción de estos elementos ha estado regulada por las autoridades sanitarias de forma que su capacidad de impedir el paso de partículas desde y hacia la persona sea la mejor que los materiales disponibles pueden lograr. Sin embargo, la pandemia disparó la demanda por ellos mucho más allá de lo que toda la capacidad de producción mundial podía atender. En vista de esto, se relajaron los requisitos de manera que se pudiera producir una cantidad mucho mayor, si bien no con el mismo estándar de seguridad.
Es como si la autoridad de transporte, frente a una escasez de cascos aptos para moto, aprobará temporalmente que se usen los de bicicleta. Sin duda, ponerse el casco que su hija usa cuando sale a la ciclovía le ofrece una mayor protección que no usar nada, pero está lejos de protegerlo como lo haría uno diseñado para el uso en motos. En eso estamos con los tapabocas. Por eso acá le queremos ayudar a entender para qué debe usarlo y cuál es el que debe usar.

Qué es un tapabocas y para qué se usa?
Como lo podrá haber concluido a esta altura, el tapabocas es un filtro. Nada más. Impide el paso libre de partículas hacia y, sobre todo, desde la nariz y la boca. Por eso, cuando se usa, se está atendiendo a dos necesidades. Primero, la de evitar que virus o bacterias aterricen en mi cara. Segundo, la más importante en esta pandemia, evitar que las partículas que salen de mi nariz y boca vuelen libremente y lleguen hasta el prójimo.
Cuando inhalo, quedan fuera partículas que no pudieron pasar por el filtro. Cuando exhalo, lo mismo sucede con las partículas que salieron volando de mi nariz y boca. Si todos usamos tapabocas, la cantidad de partículas de virus en el aire y en superficies será mínima y con ello lo será también su contagio. Es un acto colectivo de solidaridad y respeto con las personas que corren riesgo grave al infectarse (mayores de 60 años y quienes tienen enfermedades pulmonares y cardíacas preexistentes) mientras que es un acto de cuidado propio. Pocas veces puede uno hacer ambas cosas a la vez.
Estos filtros pueden venir en distintas modalidades. Principalmente, se catalogan en mascarillas y respiradores.
[INSERTAR GRÁFICO TÉCNICO DE UNO Y OTRO]
Los respiradores tienen una forma ergonómica que hace que su contorno se ajuste a la superficie de la cara, lo que aumenta la protección desde y hacia quien lo usa. Hoy en día son famosos los respiradores N95. La “N” de esta sigla denota la regulación emitida por una entidad que se llama NIOSH (National Institute for Occupational Safety and Health – Instituto Nacional para la Seguridad Ocupacional y la Salud de Estados Unidos), que depende de la CDC (Centers for Disease Control and Prevention) del Departamento de Salud de los Estados Unidos. Esta entidad exige que para que un respirador sea llamado N95, este debe filtrar más del 95% de las partículas del aire. Su uso es comúnmente industrial, en ambientes con partículas en el aire como obras civiles y fábricas. Su productor más conocido es 3M. Su uso médico no está aprobado para todos los fabricantes y la FDA (Food and Drug Administration), ente regulador en sanidad en Estados Unidos, determina cuáles de ellos pueden ser usados por médicos en su ejercicio. Estos son tan escasos que probablemente sea un ejercicio inútil el tratar de conseguir uno. Si lo consigue, seguramente es importado y si dice “N95”, es seguro. Poca gente es tan osada como para tratar de brincarse la regulación de la FDA o NIOSH.
Las mascarillas son los demás tapabocas, entre los que se encuentran los de uso típico en medicina. Son esos rectángulos que se cuelgan de las orejas y cubren nariz y boca. Estos no tienen el encaje con la cara que tienen los respiradores, lo que incrementa la cantidad de partículas que entra y sale. Es por este motivo que los respiradores N95 son preferidos en entornos de altísimo riesgo, como salas de emergencia y unidades de cuidados intensivos. Sin embargo, para nosotros los mortales, la mascarilla es la herramienta disponible y suficiente.

Los Materiales
Para que un tapabocas pueda llamarse tal, sus materiales deben poder filtrar aquello de lo cual nos estamos defendiendo. Si usted usa un colador común y pone sal en él, no va a retener nada. No sirve como filtro. Lo mismo pasa con los tapabocas.
El virus SARS-Cov2 tiene un diámetro de entre 60 y 140 nanómetros. Para que se dé una idea, divida un centímetro en 166,000 partes iguales. Ese es el tamaño del virus. Diminuto. Infinitamente más pequeño que el diámetro de un pelo.
Un filtro que logre detener a este virus debe tener un entramado muy fino. Un hilo de algodón, por ejemplo, tiene un diámetro cercano a una décima de milímetro lo que equivale al diámetro de más de 3.000 partículas del virus.
Tratar de detener una partícula de virus con un tapabocas de algodón es como tratar de parar un balín con la malla de un arco de fútbol. Imposible. Afortunadamente, el ingenio humano se inventó unas fibras infinitamente más finas para fabricar filtros. El material desarrollado tiene el absurdo nombre de “tela no tejida”. Son como un sí, pero no. Sin embargo son la salvación en nuestra situación.
En general, las telas no tejidas utilizadas en la fabricación correcta de tapabocas están hechas de delgadísimos filamentos de un plástico que se llama polipropileno. Imagine que derrite un pedazo de plástico y lo estira hasta que forme un delgado hilo. Ahora imagine que repite el procedimiento miles de veces y organiza los hilos para que formen una red. Para ese momento usted habrá perdido el juicio y el virus no le importará. Afortunadamente, esto lo hace una máquina.
El resultado es un entramado muy complejo de delgadísimos hilos plásticos de diámetro infinitesimal de entre 1 y 5 micrones (milésimas de milímetro). Esto es aproximadamente 10 veces el diámetro del virus. Sin duda, un material bastante más apropiado para filtrarlo. La tecnología capaz de lograr estos hilos tan delgados se llama Meltblown y utiliza una corriente de aire muy caliente para derretir y estirar el polipropileno.

Fibras del Filtro de un Tapabocas

El resultado de esta tecnología es que en una prueba de laboratorio en la que se dispara una corriente de aire con colonias de bacterias al tapabocas, este logra filtrar al menos el 98% de ellas. A esta prueba se le llama BFE (Bacterial Filtration Efficacy). Si se lleva una sola cosa de este artículo, que sea exigir que le prueben que el tapabocas que va a comprar sea BFE 98 o mayor.
La limitación de la tela para filtro de este tipo es que sus filamentos son tan delgados que no resisten bien el uso. Se rompen con facilidad y la tela se deshace con poco. Por eso, el filtro debe ponerse entre dos capas de tela más resistente. Esta es una de la misma familia de no tejidos que se llama Spunbond y produce hilos unas 10 veces más gruesos.

Las Capas de un Tapabocas

La Fabricación
El fabricante de tapabocas debe entonces poner el filtro entre dos capas resistentes. Como estas telas están hechas de polipropileno, plástico, es posible ponerlas como se ve en la imagen de arriba y sellar el “sándwich” usando calor. Luego de esto, las tres capas se funden y es lo que vemos como el tapabocas terminado.
Para poderlo llevar, se le ponen elásticos que van a las orejas. Por último, y esto es muy importante, el tapabocas debe llevar un pequeño alambre en la parte superior para que sea posible ajustarlo a la nariz y así reducir el flujo de aire.
Además, habrá visto que los tapabocas tienen pliegues. Ellos son necesarios para que se mantengan en su lugar mientras la persona habla o mueve la boca.
Todo este proceso debe hacerse en condiciones de asepsia tal que asegure que los tapabocas no son contaminados. Si una persona con el virus manipula el tapabocas, es probable que este quede adherido a la tela. Aunque el virus no sobrevivirá más de algunas horas o días sobre el tapabocas, existe el riesgo de contagiarse por esta vía. Por eso, en tiempos normales la producción de tapabocas es controlada y debe hacerse en fábricas estériles.
Temporalmente, se ha relajado este requerimiento para poder atender la extraordinaria demanda con tapabocas. Sin embargo ello viene acompañado de riesgos que para este momento deben serle evidentes.
En conclusión, use tapabocas cuya fabricación o importación haya sido aprobada por el Invima, quien verifica que todo lo dicho arriba se cumpla. Siempre exija que sea BFE 98. Desconfíe del señor que producía calzoncillos y ahora hace tapabocas. Asegúrese de que está fabricándolos correctamente.

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